Blog

La visita de Mitsusuke Harada

Mitsusuke Harada
Mitsusuke Harada.
      En el año 1972 y en una clase que se presumía iba a ser normal apareció por las escaleras que conducían al lugar de entrenamiento del club Lasalle de San Rafael, Atsuo Hiruma acompañado por otro japonés. Resultó ser el maestro Mitsusuke Harada, que había sido alumno de los maestros Funakoshi y Egami.

Como ya comenté en un artículo anterior, por aquella época todavía practicábamos el shotokai antiguo y no el evolucionado

del maestro Egami. Después del calentamiento, el maestro Harada  empezó a darnos una disertación sobre una nueva de respirar, relajar y golpear.
Lo primero que nos dijo fue que el flujo respiratorio no debería ser a saltos sino de forma continua, sin cortes. Compatible con esa forma de respirar, el golpe sería más potente y efectivo si no se cortaba al final tensando las manos y/o pies sino que se prolongaba indefinidamente. Esta prolongación, por razones óbvias no podría ser hacia el infinito pero psicológicamente, sí.

Nos puso a varios alumnos en una fila y mandó a otro, dar un golpe en el estómago al primero de la fila. Insisto que en aquella época golpeábamos duro y seco. La fila ni se movió. Luego, el propio Harada hizo lo mismo pero de manera suave y la fila se movió del primero al último. Yo, que estabá dentro de la fila sentí una rara sensación. Pensé que era lógico pues claro, no es lo mismo golpear que empujar. Pero con buen criterio, Harada fue rotando a los alumnos de la fila para que todos vieramos el efecto fuera de la misma. Y yo vi que no había empujón, sino golpe.

A priori, tal demostración me pareció curiosa y para analizar detenidamente. Ahora bien, la segunda demostración fue para mí definitiva. Fue sacando uno a uno a todos los alumnos y él, puesto de espaldas nos dijo que fueramos intentando rozarle en la espalda con un gyakutsuki lo más ràpido que pudiéramos. Ninguno conseguimos rozarle, casi en el mismo momento de lanzar el golpe, ya teníamos su potente gedan barai en nuestro antebrazo.

Después de la demostración nos preguntó por qué creíamos que él era capaz de adelantarse. Unos dijimos que por la respiración del atacante, otros por el ruido del atacante al moverse. Dijo Harada: no, por el pensamiento.

Todo esto fue otro punto de inflexión para mi motivación de la práctica del estilo shotokai del maetro Shigeru Egami que Hiruma nos trajo al año siguiente. Recuerdo que nos proyectó la película del famoso stage de Japón. Le pedí que me dejara hacer una copia y la visioné una miríada de veces. Me prometí no abandonar este tipo de karate durante toda mi vida. Cumplí, y sigo cumpliendo mi promesa.

Hiruma y el americano de Okinawa (2)

Segunda parte

Nota. La primera parte aquí.

hiruma3
Atsuo Hiruma.
En aquella época hacíamos kumite con cierta frecuencia. A veces varias parejas a la vez y a veces una sóla, con los demás mirando. Un día, Hiruma nos hizo sentar y dijo: vamos, kumite. Sacó primero al americano de Okinawa y se hizo un silencio sepulcral.
Conociendo al excelente americano, intuía que ibamos a ver algo especial. Así fue. Ambos mirándose fijamente con una extrema actitud marcial, prácticamente sin moverse. Tenía yo además la curiosidad de ver a alguien que por primera vez hacía kumite libre.

Pasó posiblemente un minuto y no ocurría nada de nada, todos mirándoles con tensión que se podía cortar. De repente el americano lanzó un rapidísimo mawashi geri con el empeine que impactó contundentemente en la cara de Hiruma. El americano, azorado saludó, pidiendo disculpas y casi arrodillandose dijo: perdón, perdón, no sé controlar. Hiruma, con la cara totalmente enrojecida contestó: no pasa nada.

Al momento de reanudarse el combate, Hiruma hizo un barrido al americano que no sólo que dio de bruces con él en el suelo con los 1.90 m de éste, sino que en el mismo momento de caer en el suelo tenía en su cuello un rapidísimo, contundente y controlado shuto lanzado por Hiruma. ¡Dios mío, qué calidad!. Recuerdo que Hiruma se volvió hacia nosotros comentando algo acerca de la técnica que acababa de realizar. Confieso que no recuerdo lo que dijo y además intuyo que lo que quería es quitarle importancia a lo que acababa de hacer.

Otro día, antes de entrar en clase, hablando yo con el americano sobre mis inquietudes sobre el karate, sobre distintas formas de entrenar, etc soltó en la conversación: Hiruma es muy bueno, muy bueno. El tono del segundo muy bueno fue diferente del primero, más largo, más enfático, como queriendo decir mucho más que muy bueno.

Bien, pensaba yo lo mismo que él, pero además el bueno del americano me enseño algo que fui entendiendo poco a poco y en proceso continuo: la práctica del kumite libre es total y absolutamente innecesaria para la efectividad real del mismo.

Hiruma y el americano de Okinawa (1)

Primera parte

karate2
Practicante de Shotokai.
Hay situaciones en la práctica del karate que suponen un cambio de mentalidad.  Corría el año 1972 y Atsuo Hiruma nos daba clase en el Club Lasalle San Rafael sito en la calle Fernando el Católico de Madrid. Un día Hiruma nos dijo en su semi español-japonés del momento: Durante unos días va a venir a entrenar con nosotros un americano. Veréis, es muy bueno,
ha entrenado en Okinawa varios años, hace el karate de forma muy suave y en su escuela no practican kumite. Es además muy humilde y educado, aunque es cinturón negro se pone uno blanco. En aquella epoca todavía practicábamos el Shotokai antiguo, no el nuevo estilo de suavidad y fluidez del maestro Egami. Recuerdo que de forma algo despectiva por mi parte comenté a un compañero de entrenamiento que si el americano hacía el karate suave, y no hacía kumite, mejor que se dedicara al ballet. Cuando apareció, con sus 1.90 m de estatura, delgado, fibroso y efectivamente educadísimo y respetuoso, me pareció muy bien técnicamente aunque con movimientos muy cortos y suaves según mi opinión. Pensé que no podría tener mucha potencia.

Al final de la clase, Hiruma nos pusó a hacer ippon kumite. Me tocó con él. Primero él de tori con oi tsuki y yo de uke con gedan barai. Yo, con mi orgullo de cinturón azul de la época me puse a la tarea esperando lo que siempre me había ocurrido: parar el oi tsuki con mayor o menor dolor de mis muñecas-antebrazos.

Cual fue mi sorpresa cuando en el primer oi tsuki que me lanzó no conseguí apartar ni un milímetro su brazo. Así varias veces. Fue una desgradable sorpresa para mí. En un momento determinado, eché una mirada de desesperación y ayuda a Hiruma y éste me dijó lacónicamente: Tú así no puedes. Mejor esquiva. No comento que ocurrió cuando yo hice de tori. Se lo puede uno imaginar.

Bien, esta experiencia me sirvió de mucho. Lo, digo porque al año siguiente Hiruma después de un stage en Japón nos trajo el nuevo estilo fluido y suave del Shotokai del maestro Egami. Más suave que el de nuestro amigo, el excelente karateka americano. Posiblemente no hubiera creido en el nuevo estilo si no hubiera tenido la experiencia que he comentado. Si alguién que hacía el karate de forma más suave que yo me demostró su potencia y energía, ¿por qué no iba yo a creer en un estilo más suave que el del americano?

Nota. La segunda parte aquí.